No existe en el mundo entero un traje a medida más valioso y más extraordinario que tu propia piel. Te dura toda la vida, se adapta a tus cambios de tamaño y de volumen, te protege de los elementos externos, mantiene la temperatura ideal para que tus órganos vitales no sufran; además, se regenera cada vez que te haces un rasguño, te hace sentir el frío, el calor, las caricias pero también te avisa cuando algo te da miedo o te produce dolor. Es un traje maravilloso pero desgraciadamente, muchas veces te olvidas de que lo llevas puesto y de que tiene que durarte para siempre.
Tu preciado traje, tiene dos poderosos enemigos: el tiempo y tú misma. A medida que vas madurando, la piel comienza a perder facultades. La renovación celular se vuelve más lenta, produce menos colágeno y menos elastina, pierde humedad y eso se traduce en una piel apagada, flácida y arrugada. No puedes cambiar el tiempo, ni siquiera detenerlo. Afortunadamente, tú puedes hacer que el segundo gran enemigo se convierta en el más ferviente aliado. Si eres consciente de la importancia de la piel, serás capaz de aplicar todo cuanto esté a tu alcance para vencer el paso de los años y conseguir que tu piel se mantenga joven y saludable por más tiempo.
La piel te ha protegido durante todos estos años. Es hora de que tomes cartas en el asunto: ¡No te reprimas y cuida tu piel!
Invierte en ella, compra los productos adecuados para tu tipo de piel y para sus necesidades. Establece una rutina diaria: límpiala en profundidad e hidrátala, aliméntala con vitaminas, antioxidantes y otros complementos que le den la fuerza y la energía que necesita. Tan solo te llevará cinco minutos por la mañana y cinco por la noche. El mínimo esfuerzo para obtener unos resultados espectaculares.
Haz la prueba. Notarás la diferencia y los demás te dirán lo guapa que estás.
